martes, 23 de junio de 2009

Afuera




La muchacha parecía acongojada, estábamos juntos por esa casualidad que fijo el tren de las 19.30. Ella era de estatura media, de tez blanca y cabello oscuro. Me llamó la atención lo desabrigada que estaba a pesar del frío. Nos sentamos en el tercer vagón enfrentados, antes que el tren emprenda su marcha escucho a la joven murmurar: -Miré en tus ojos… ¡no estás volviendo! No mires hacia abajo…-. Sin terminar de decir esto, me mira, no supe que hacer, pero creo que vio en mi mirada algo que la hizo empezar hablar como si le hubiera dicho a viva voz, hablame, te escucho. En esto el tren arranca y ella dice: -esta debe ser la única verdad, van pasando lunas sobre mi ser, recorrí ciudades en blanco, nada puede hacerme olvidar y pienso ¡qué importa la felicidad! me hundo cada vez más en su ocaso y parece que el tiempo me ha olvidado. Realmente creo que puedo sentirme mejor y por alguna razón todo se me hace como cuesta arriba, lo malo es que una vez arriba solo queda bajar, pero no importa, el sólo hecho de querer cambiar ya es un comienzo ¿no?-. Yo la miró sin decir una palabra, ella se exalta y grita: -¡mentira! el hecho de querer cambiar no va a cambiar ¡nada!, estoy harta de esas tonterías que dicen para tratar de consolar, yo no necesito eso, creo que estoy demasiado sumergida en mis propios pensamientos, cuando intento apoyarme en alguien no lo logro, su limitada sabiduría, sus pequeñas sentencias y verdades me hacen dar escalofríos, no los entiendo, creo que ya no entiendo nada-. Al escuchar esto mi reacción, fue tan austera que cuando la chica se paró y se arrojó del tren mi corazón casi estalla, quería decirle tantas cosas, me sentí culpable por todo, por haberme callado y no haber intervenido antes sus palabras pero algo raro ocurrió cuando conté la historia, y sentí la reacción de quienes me escuchaban, vi como están todos encerrados en sus mundos, sin preocuparse por lo que le sucede a otra persona y el pseudo interés de algunas en estas. Pasaron los años, me encontré viajando a ningún lado y también encontré un encantador sentido a las últimas palabras de la muchacha, sus pequeñas sentencias y verdades me hacen dar escalofríos, no los entiendo, creo que ya no entiendo nada.


Leandro A.
Encende tu cabeza

jueves, 18 de junio de 2009

Distorsionando la realidad





Que bárbaro, no sólo te opones a la verdad sino también te contradecís, voy viviendo y observo cada vez más todo, pero últimamente mirar no me molesta tanto como escuchar, ¿que hacemos frente a una situación así?. Algo trivial, común, insustancial son tus pretensiones, eso no ayuda a mejorarte. Creo que no sos consciente que pensas, justamente, lo contrario a lo que decís, ya no tenés pleno uso de tus sentidos y facultades podría decirse.
Haceme caso ¡shhhhhh! y ¡apaga la televisión un rato! Así podes encender tu cabeza! Lo complicado de esto es poder explicarle a una persona que es así, ahí esta el meollo de esta cuestión, ¿que se puede esperar como respuesta a esto? Podría no entender mi afán en ayudar y enojarse, podría darme la razón y continuar como si nada, o lo más probable y lo que más exaspera es que me escuche, se ponga mal y me mienta al respecto continuando así la falta de verdad en sus acciones. No creo poder creer, que es tan difícil cambiar para bien, las mentiras, las contradicciones, la falta de interes en el otro, son algunas de las cosas fundamentales que cambiarían mi alrededor para bien.
Leandro A.
Encende tu cabeza

martes, 9 de junio de 2009

Giratorio


Leandro A.
Encende tu cabeza